Leer en paz y con calma se ha vuelto algo complicado, la tecnología no me da tregua para concentrarme, los ladridos de los perros no dejan concentrarse, los gatos buscan mil y un maneras de buscar tu atención, y finalmente, en ocasiones no tengo tiempo de leer por placer ya que estoy ocupado preparando clases. Y como una solución a esto, algunas veces algo de mi casa y me dirijo a un parque o a un café a leer, 10 o 20 minutos, a veces una hora, otras un poco más.
Y ya instalado a leer en alguno de los lugares mencionados, pocas cosas logran distraerme de mi lectura, solo lo hace el pedir un café, el saludar a algún conocido (cosa que sucede en muy contadas ocasiones) o algo que suceda en el lugar. Sin embargo, una tarde de fin de semana, de ese día que nos recuerda al sol, decidí ir a un parque a leer algo ligero. Ya en el lugar, me dispuse a instalarme en una banca que estuviese limpia, con suficiente sombra y a una distancia prudente de las ramas de los arboles, y comencé mi lectura.
Decidía leer algo sobre la Gran Guerra y mientras llevaba a cabo mi actividad opte por dar una rápida mirada al rededor del parque. Poca gente, algunas señoras y señores ataviados de blanco y con rosarios en mano, posiblemente reuniéndose para alguna actividad de la iglesia, un par de extranjeros en otros extremo admirando la iglesia colonial, en otro lado (cerca de la esquina) un grupo de jovencitos esperando el paso de algún medio de transporte, atrás de mi un par de "viene viene" vigilando los coches ya estacionados, y muy a mi izquierda (en el mercado) unos señores limpiando las mesas de su negocio y otro atendiendo a unos clientes, un par de niños en los juegos del arenal y palomas, muchas palomas, tanto en la orilla de la fuente como en las ramas de los arboles.
Seguí leyendo, y de golpe, algo llamo mi atención, una joven que llegaba al parque, se sentó a unos 12 metros a mi izquierda, no tendría más de 20 años, de piel color canela, cabello castaño, rasgos finos en el rostro, vistiendo unos jeans ajustados y un suéter azul claro. Tras verla, comencé a intercalar mi atención entre mi lectura y ella, observe lo que hacía: por ratos se acomodaba el pelo, miraba la hora cada determinado tiempo, se retocaba un poco el rubor; evidentemente esperaba a alguien y por su comportamiento ese alguien seguro era su novio o pretendiente.
Habrán pasado unos 15 minutos en los que la observaba instantes y me regresaba a mi lectura, hasta que llegó a quien ella esperaba. Su reacción no pudo ser mas natural y llena de felicidad, lo abrazo y le dio un beso, él con naturalidad le respondió, después se sentaron con las manos entrelazadas, platicaron mientras se daban muestras de afecto, y los dos se mostraban con evidente cariño y afecto mutuo. Pasados unos minutos ya no estaban. En ese lapso habré avanzado unas 10 o 15 páginas de mi lectura, para luego seguir leyendo una media hora más. Al final, mientras disfrutaba mi texto, solo pude pensar "ojala algún día pueda tener a alguien que espere así por mi, y a la cual le pueda corresponder igual".
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